sábado, 26 de julio de 2008

botella al mar nº 17: ELLA










ELLA

No habrá ninguna igual,

Todas murieron

En el momento en que dijiste Adiós!

(Ninguna, tango)

Hay personas que no debieron morir nunca, por eso se quedaron entre nosotros y siguen permaneciendo y creciendo.

O naciendo, como dice la Bersuit “es un muerto que no para de nacer”.

La memoria colectiva, por mas que quieran silenciarla, adormecelar con cuentos o modificarla con la Historia mal contada, con una Historia mentida, con baches de silencios, siempre, por algún lugarcito, recibe los legados.

Y a Ella nadie dejará de conocerla. Fenómeno social y popular donde el legado se transmite oralmente de padres a hijos, o mejor dicho de Madres a hijos e hijas, para que la memoria la recuerde.

Para que se forme la identidad que nos es propia. Con los caracteres que son propios, que no son ni tan sublimes ni tan chabacanos, ni tan prolijos ni tan descosidos. Son.

Y son espejos, en muchos casos, que reflejan lo que ella marcó. Pero también son espejos en los cuales un sector social no quiere verse.

Los que le escribieron loas al cáncer, los que se ampararon en “Cristo vence” y le dieron gracias al cáncer que la consumió. Esos mismos que sembraron el odio en envase de bombas y metralla sobre la plaza en junio de 1955. Los mismos que no hace mucho se alteraron porque les tocaban los intereses. Intereses de clase.

Hasta el 26 de julio de 1952 le temieron y la odiaron. Después del 52 les quedó un miedo mas grande aun porque, como Ella predijo, volvió en millones. Los millones que hoy caminan a la plaza a decir ¡presente!, porque, otra vez, encuentran que desde el gobierno se les reconoce el lugar que les negaron por tanto tiempo relegándolos al espacio de la exclusión, a caerse del entramado social, a quedar relegados a juntar cartones y botellas para sobrevivir. Por eso hoy se sienten vivos de nuevo y destinados a juntarse.

Ella no se fue, quedó genéticamente en cada uno de los que la llevamos en la sangre porque la transmitieron, la transfundieron en nosotros nuestras abuelas y abuelos, los relatos de los viejos. La introyectaron, la heredaron. Es un pedacito de cada uno de nosotros. Porque Eva jamás se fue. Eva está en nosotros.




María Eva nació en Los Toldos, no en un estudio de filmación,

supo beber del dolor de todos, no sólo cuando se alzó un telón.

Eva no es un cuento, no respeta un guión... María Eva nació en Los Toldos, Evita en nuestro corazón.

María Eva se fue en invierno, julio de un negro cincuenta y dos...

Arden los ojos de los más buenos, lloran por Eva, niegan su adiós.

No regala un pueblo... tanta devoción. María Eva se fue en invierno... Evita no.

Qué sabe un coreógrafo en Londres de esta historia...

Qué sabe del beso que esconde nuestra memoria...

De los abrazos descamisados, de un país sembrado de dignidad...

Semilla de Evita que un día florecerá.

María Eva nació en Los Toldos, no en una ópera de ficción,

después Evita en los barrios rotos, por cada fábrica renació.

Eva no es un cuento... Es revolución.

María Eva nació en Los Toldos... Evita en vos.

Qué sabe un coreógrafo en Londres de esta historia...

Qué sabe del beso que esconde nuestra memoria...

De los destierros, de los agravios, de los hermanos que hoy no están,

por ir tras su huella y sus pasos de libertad.

Dame el sol de tu ternura... enseñame a no aflojar ...

Soy uno entre millones, en los que vuelve Eva

y sus razones una vez más.

Tu privilegiado fui... Me diste un tiempo feliz

y leyes para seguir...

Yo... después del año dos mil, aunque no te conocí,

te quiero desde que nací.

Qué sabe la crítica en Broadway de esta historia...

Del verso y la música que honran nuestra memoria...

Las marquesinas y las vidrieras, un día brillan, otro no están...

En mi país la bandera de Eva es inmortal...

MARIA EVA, IGNACIO COPANI